Valeria Sumonte Rojas, investigadora del proyecto Fondecyt de Iniciación 11190448 y directora del Magíster en Lingüística Aplicada a la Enseñanza y Aprendizaje del Idioma Inglés de la Universidad Católica del Maule.
La enseñanza aprendizaje del español como segunda lengua (L2) o como lengua extranjera (LE) en Chile, se ha transformado en un desafío o en una necesidad, en los últimos años. Lo anterior producto del aumento migratorio al país de personas que no les es posible comunicarse en el idioma. Se dice que una de las consideraciones que tienen las personas para emigrar a un lugar determinado, es la lengua que se habla en la sociedad de acogida. Sin embargo, existen ocasiones en que es tan urgente el abandonar el país natal, ya sea por persecución política, desastres naturales, hambruna, que el dominio del idioma de acogida pasa a un segundo plano. No cabe duda que el mundo se encuentra en una era de movilidad humana sin precedentes y, la necesidad de conducir hacia una migración que permita maximizar las oportunidades de movilidad social e inclusión de todas y todos ha sido reconocida en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, donde además se destaca la contribución positiva de los migrantes a este desarrollo (Organización Internacional para las Migraciones [OIM], 2021). La OIM establece que existen 281 millones de migrantes internacionales, y dos tercios de ellos son trabajadores (OIM, 2022).
Chile, no ajeno a esta realidad migratoria, que, si bien ha recibido por siglos, no es hasta los últimos tiempos en que se ha visualizado con mayor fuerza. Esto, ya que, en unos pocos años aumentó el ingreso de un 2,6% (CASEN, 2016) a un 7,9% (Instituto Nacional de Estadística y el Departamento de Extranjería y Migración [INE-DEM], 2020). Esta migración proviene de diferentes partes del mundo. Sin embargo, la que ha mayormente desafiado a la sociedad, es el colectivo proveniente de Haití, que en su mayoría no habla en español. El desconocimiento de la lengua de acogida, en este caso el español, genera dificultades al solicitar trámites legales, insertarse en contextos educativos, sociales, culturales y laborales y, esto último, en ocasiones, su inserción se produce bajo la violación de los derechos humanos y de los trabajadores. Lo anterior es un ejemplo de cómo las barreras idiomáticas limitan la plena inclusión de las personas a una sociedad.
En este contexto, el proyecto Fondecyt de Iniciación 11190448 en el cual estoy trabajando intenta, en parte, dar respuesta o atender de mejor manera el componente de la diversidad lingüística de las personas que llegan al país y, a una de las problemáticas que se enfrentan, la que está relacionada con la imposibilidad para algunos colectivos, como el de Haití, de comunicarse en español.
Debido al panorama actual existente en Chile, se ha encontrado que sí se enseña español como L2 o LE, y es posible analizarlos desde dos perspectivas. Primero, existen programas que ya tienen algunos años de funcionamiento (son muy pocos), que se encuentran alojados en instituciones de educación superior, los que son pagados por los aprendientes, estructurados de acuerdo a sus planes formativos, apoyados a nivel Institucional, dictados por profesores expertos y, están enfocados a profesionales y académicos que vienen a trabajar a Chile y a futuros estudiantes. En segundo lugar, se encuentran los programas que han nacido a partir de la necesidad, principalmente, del colectivo de Haití. Estos cursos son dictados por voluntarios (con o sin formación como profesores), a quienes no se les paga por su trabajo. Estos cursos son gratuitos para los participantes y se incluye un componente de apoyo social. Si bien algunos de ellos están bajo el alero de universidades, han emergido y se mantienen en el tiempo, debido a la persistencia de académicos en particular.
Entonces, nos preguntamos, cómo sociedad ¿Cuál será la estrategia que se utilizará para atender esta diversidad lingüística? El sistema educativo cuenta con profesores de español, pero para enseñarlo como lengua materna, las universidades no preparan a estos profesores con estrategias para enseñarlo como L2 o LE. En este contexto, ¿Cómo enfrenta el sistema escolar la inserción en sus aulas de estudiantes no hispanoparlantes? En esta temática nos queda mucho camino por recorrer.
En los últimos días se ha informado que el movimiento de las personas no se ha detenido, y que probablemente vaya en aumento, por lo tanto, existe una alerta en el ámbito educativo y en ello, también, a las instituciones de educación superior, el de incluir metodologías de enseñanza-aprendizaje de español como L2 y/o LE en los programas formativos. Lo que requerimos, finalmente, es conformar una sociedad cohesionada, donde todas y todos podamos participar de forma igualitaria.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.