Dr. Alejandro Almonacid Fierro, director de investigación en Docencia Universitaria de la Universidad Católica del Maule.
Debido a los grandes cambios que trajo el COVID-19 al mundo, la educación fue uno de los sectores más afectados. La necesidad de reunirse en las aulas y el contacto físico, a menudo inevitable, hicieron de las aulas los principales puntos de difusión del COVID-19.
La pandemia causada por el Coronavirus fue la responsable de cambiar no sólo la vida social de la gente, sino también el modelo de enseñanza. A medida que avanzaba la pandemia, se hizo necesario adaptar el sistema de enseñanza utilizado para que todos los alumnos pudieran continuar el proceso de aprendizaje. Así, de forma improvisada y con la incertidumbre como protagonista, se grabaron los vídeos de las clases y se inició el streaming en directo en múltiples plataformas, para que los alumnos pudieran estudiar en casa.
La perturbación causada por la pandemia de coronavirus puso de manifiesto, sobre todo en países con altos índices de pobreza y fuertes desigualdades sociales, las barreras físicas, culturales, económicas y tecnológicas que estructuran la sociedad, dando visibilidad a quienes se consideraban invisibles y a menudo olvidados. Diferentes sectores se vieron afectados, incluyendo las escuelas, que, para sus alumnos, son un importante espacio de socialización e intercambio entre pares. Sin embargo, ante el cierre de escuelas, y en contextos con bajo acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), las posibilidades de interacción se volvieron prácticamente inexistentes, y la educación a distancia muchas veces no logró responder a este problema.
Dos años después del primer caso COVID-19, se analizan las implicaciones sociales y educativas para el presente y el futuro, puesto que la oportunidad que brindó la pandemia permitirá repensar la educación formal y la organización de los sistemas educativos y avanzar hacia un currículo más flexible en términos de aprendizajes y contenidos, donde la formación para la solidaridad, el respeto por el otro, la tolerancia y la inclusión jueguen un papel mucho más protagónico, para realmente poner el foco del proceso educativo en el aprendizaje y en la persona del estudiante.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.